Cómo educar un Niño Especial
Introducción NOTA.-Es necesario hacer notar que el énfasis en la educación especial no integrada, que se da en esta guía, se debe a que fue escrita antes de 1994. La declaración de Salamanca (Junio de 1994), establece un hito internacional a partir del cual los gobiernos deberían "concentrar sus esfuerzos en la creación de escuelas integradoras"..." el planeamiento gubernamental de la educación debería centrarse en la educación de todas las personas, de todas las regiones del país y de cualquier condición económica, tanto en las escuelas públicas como en las privadas". En nuestro caso, la Reforma Educativa eliminó la antigua Dirección de Educación Especial del Ministerio de Educación y creó la Dirección de Educación alternativa que se ocupa de Educación Técnica, Educación de Adultos y otras áreas sin ocuparse para nada del tema de la educación especial o de la nueva educación Integradora. Solamente en algunas experiencias privadas en áreas urbanas se están desarrollando esfuerzos aislados por aplicar los criterios de educación integradora. (Ej.COLESUR en La Paz). No existe información sobre los resultados de estas experiencias, sobre las políticas y programas de gobierno en este campo ni sobre la situación general de la educación de discapacitados en Bolivia. Por esto creemos que los contenidos de la guía siguen siendo completamente válidos independientemente de que la orientación global en países desarrollados está dirigida a la inclusión de los niños especiales en aulas normales.(Nota de webmaster El Camino)
LA NEGACIÓN DEL PROBLEMA Y LA
ESPERA DEL MILAGRO Como el niño subnormal puede ser como todos los niños
un lindo bebé, plácido, pueden pasar inadvertidos para la madre los
primeros signos del retardo. Ella se felicitará de tener un niño que
se mantiene tan tranquilo y le ocasiona el mínimo de quehaceres y
preocupaciones. En el caso del niño particularmente agitado, puede
presentarse en un signo de vitalidad. Recordando que los niños muy
vivaces e inteligentes son frecuentemente bebés un tanto difíciles. Si
no hay signos exteriores especiales
que inquieten o manifestaciones convulsivas, los dos primeros años
pueden transcurrir sin preocupaciones. Las primeras alarmas se presentarán cuando se
constaten el retardo en la aparición del lenguaje. Habrá sin embargo
signos inquietantes ya en la inactividad del bebé o en sus movimientos
desordenados sin orientación definida, o sin estabilidad en la ausencia
de curiosidad y de actividades de exploración y en la inexpresividad
afectiva, naturalmente para advertir todos estos signos se necesita el
conocimiento y la experiencia en relación con el desarrollo del niño y
las diferencias individuales. Es verdad que las madres siguen de cerca
la marcha del desarrollo de sus niños, pero en muchos casos ante la
preocupación que surge por algún detalle de estos que anotamos antes,
se responde de manera simple y tranquilizante sin buscar el concepto
autorizado de un especialista. “ Son cuestiones del carácter
del niño “, ya llegará el momento en que alguna circunstancia le
haga cambiar. Aun en el caso del retardo del lenguaje se buscan
mil explicaciones y argumentos que niegan el problema. Cuando surgen las comparaciones con niños en
quienes el lenguaje y otras funciones están ya instaladas se plantean
en serio el problema y muy frecuentemente con una buena dosis de orgullo
herido. Es posible aun que surjan los argumentos de negación para
tranquilizarse: “ Muchos niños inteligentes han comenzado hablar muy
tarde “, “cuando el niño comience a hablar hablará mil veces más
y se pondrá al nivel de los niños de su edad “, etc. y a cada signo
del progreso estos padres le atribuyen un carácter de aprobación de
sus argumentos. Los padres se tranquilizan sin considerar el retardo
para el cual montan una especie de ceguera. Luego el comienzo de la
escolaridad es el otro momento clave. El niño presenta fallas de
adaptación. Una marcada diferencia en sus manifestaciones motoras, En
sus juegos, en sus intereses, en su lenguaje, en fin, en su nivel de
desarrollo, respecto de los niños de su misma edad. A veces la maestra
comunica estos hechos a los padres y da su opinión sobre la necesidad
de emprender una educación especial. Si los padres se empeñan en su
ceguedad verán hostilidad en la maestra y en la escuela, tacharán de
ignorancia el concepto honesto bien intencionada. En el mejor de los
casos la madre se dirige al médico; si no se trata de un especialista,
es posible que no se preste mucha atención al verdadero problema, y
quizá aconseje esperar un poco más... Cuando finalmente se toma la decisión de un examen
psiquiátrico o psicológico, esto tipo de padres afectados de “
ceguedad “ esperan del psiquiatra o psicólogo un verdadero milagro.
Si no pueden ignorar la realidad, esperan que los especialistas salven la dificultad y respondan por algún procedimiento mágico,
es el déficit de desarrollo del niño. Así hacen a veces la vuelta al
mundo sin lograr más que perdida de un tiempo preciso, y recursos económicos
y humanos, sin poner en práctica muchas veces los concejos de los
especialistas. Con gran pena el especialista no puede hacer otra
cosa que establecer el grado de discapacidad y lamentar la pérdida de
tiempo, ya que lo único consigue hacer llegar al niño especial a su
tope máximo y a una mejor adaptación en el ambiente, es un régimen
educativo especial. OTRA REACCIÓN FRECUENTE ES LA ANSIEDAD Esta reacción es generalmente opuesta a la antes
descrita. Aquí hay una verdadera marcha en busca de los especialistas.
Los padres ansiosos quieren un diagnóstico exacto, más aún, a veces
en una etapa en que es imposible hacerlo con respecto de su hijo, para
comenzar lo más rápidamente el tratamiento que sea conveniente... A veces son mucho los especialistas consultados y
muchos los tratamientos prescritos antes de que se comprenda algo práctico. Hay muchos temores, no se constatan los buenos
resultados tan rápidamente como se espera y se tienen noticia de que en
está otra ciudad o en aquel otro país hay investigaciones recientes
que pueden ser mejores que todo lo antes conocido. Allí también hay pérdidas
de tiempo de recursos y de energía. Es legítimo tener en cuenta las
innovaciones en los tratamientos y recurrir a ellos pero con una actitud
sensata que permita obtener beneficio de todo los aportes de la ciencia. Los padres ansiosos comprenden generalmente bien la
importancia de la educación especial para el niño y es de
ella que esperan el milagro. Toman entonces de manera ansiosa la tarea
educativa, la realizan con vehemencia, y su carga emocional es
transmitida al trabajo del niño. Se hacen imposible e ineficaz la labor
y se alteran las relaciones familiares. En muchos casos, en que sería
necesario llevar al niño a una institución por un tiempo o en forma
definitiva, la reacción de ansiedad estorba la decisión. Hay una serie de consideraciones que carecen de objetividad entran allí sentimientos y motivaciones que hacen círculo vicioso. Culpabilidad, sobreprotección, hostilidad. Se piensan que la institución puede hacer daño al niño cuando en realidad es raro que esto suceda por que hay un mínimo de responsabilidad, de sentido humano y amor al niño que inspira la creación de tales instituciones, y en cambio se ignoran los beneficios que tanto el niño como la familia pueden obtener de esta decisión. A nadie se le escapa la necesidad de colocar en un internado al niño débil profundo o al niño agitado, en los casos en que el peor ambiente familiar, los hermanitos especialmente pueden sufrir por la concentración de la atención del niño débil como único eje en torno al cual gira la vida de la familia. Si el niño está bien atendido, se le asegura el cariño el tratamiento que le son más benéficos, por qué no descargar el tiempo de la madre para la atención de los demás miembros de la familia, por qué no relajar la tensión de los demás niños que pueden ser demasiado sensibles a las conductas agitadas o inadaptadas del hermano discapacitado. En ocasiones es una etapa que sucede a la ansiedad.
En otros casos es la actitud del padre, más
objetivo y frío en
sus reflexiones. Se comprende que en el niño hay un déficit; se hace
la reflexión de que no hay para qué hacer esfuerzos estériles, para
qué vivir esperando los progresos, a veces tan pequeños, en el
progreso de desarrollo, que se le atienda en alguna institución que lo
proteja y le evite cualquier mal, y que se liquide así el asunto. Cuando se trata de casos graves este punto de vista
es sano, nada de inhumano hay en ello, puesto que el ambiente familiar
cuenta enormemente para los de más miembros, los niños principalmente,
y el retardo profundo podría despertar hostilidad o sentimiento de
inferioridad en la personalidad naciente de los demás hermanitos. En
cambio, no es admisible una actitud semejante en el caso de niños muy
pequeños cuando el diagnóstico exacto de su estado mental no ha sido aún
bien establecido y en el caso de niños que pueden beneficiarse
ampliamente quizá, de la educación especial. Una actitud de desinterés
por la educación y el porvenir del niño subnormal será totalmente
inadecuada. Si los educadores no encuentran en la familia el interés
suficiente, ¿no tendrán ellos mismos desalientos en la labor
educativa? La mejor adaptación y los hábitos sanos de ocupación
permitirán al niño algún grado de independencia, le enseñarían al
niño y luego al adolescente a ocupar su tiempo de manera interesante, y
en alguna medida productiva; estará
contento de su quehacer mucho más que el niño a quien no se ha
prestado el apoyo de una educación y tiene que permanecer en el ocio,
siendo carga para la familia. LA ACEPTACIÓN Afortunadamente muchos padres advierten la
deficiencia en el niño y emprenden una labor inteligente y afectiva
para hacer que alcance el máximo de desarrollo. Su actitud es realista,
ellos no esperan un milagro, saben que en las condiciones más
favorables, el niño llegará a un cierto nivel que es el normal. Con está actitud los padres no pierden ni los
recursos, ni el tiempo precioso para el niño, antes bien, crean en
torno suyo una atmósfera efectiva y de trabajo, benéfica para su
educación. Estos padres eliminan pronto el problema de búsqueda de la
responsabilidad que crea entre ellos una tensión agotadora e inútil.
En efecto cuando la debilidad no se explica por causa exógena,
emprender la búsqueda de la línea familiar por cual ha podido llegar
al niño es una actividad que puede conducir a grandes errores,
realizada por personas no especializadas. A demás cualquier dato en
nada modifica la situación del niño, solo un movimiento de vanidad u
orgullo está allí presente, un olvido de nuestra condición humana de
limitación e imperfecciones. Esas búsquedas inútiles debilitarán la unidad
familiar tan necesaria para emprender una educación afectiva y atinada.
Cuando se requiere establecer una medida de previsión para los futuros
descendientes, una consulta al médico, el especialista en psiquiatría
infantil es lo más acertado para liquidar la duda y recibir las
orientaciones adecuadas. La aceptación de la realidad, junto con la atención
y el interés por lograr lo mejor para el niño , es con frecuencia la actitud resultante de un periodo de
maduración ante la prueba. No deben extrañarse los padres de que
superada esa etapa reaparezca de pronto las protestas interiores:"
Porque un hijo mío... por qué no me podré liberar de está
carga...” y aún mucho más. ¿ Deberán ser motivo de culpabilidad o
de sentimientos de indignidad tales incursiones del pensamiento egoísta?
No. A nadie le es dado evitar tales pensamientos, más aún, ante
situaciones objetivamente difíciles, lo único reprochable es la manera
como la conciencia acoge tales reflexiones. Lo más acertado es dejarlas
aparecer con toda claridad, comprender su origen egoísta y colocarlas
en grupo de apulsos inconscientes que no tienen aceptación voluntaria,
por que vienen de una esfera inferior de nuestro interior; antes que
reprimirlas con el pesado sentimiento de culpa es mejor ver las de
frente, comprende su origen y actuar a la altura de seres humanos que
manejan con inteligencia y bondad y también sus impulsos. Concluiremos diciendo que es esta etapa de aceptación
y actuación inteligente, es la única eficaz. Está actitud debe aunar
la esperanza y la voluntad de servicio de padres y educadores para
conducir al niño por un camino grato y amble al máximo de
desarrollo que sea posible para hacer de él un ser apto, útil y feliz. Guia
de Padres: Principal
| Proyectos |
Servicios | Publicaciones | Registro
| Donaciones | Documentos
| Noticias |
Guía para los padres